ARTE EN LAS CIUDADES VOL.8 – BRUJAS

Te gustan los cuentos y te encantaría visitar uno de esos pequeños pueblos llenos de encanto, con sus casitas pequeñas de tejados picudos y un canal que lo cruce? Ese lugar es Brujas, la “Venecia del norte”, donde, en invierno, la gente patina sobre los congelados canales.

 

 

Coges un tren en Bruselas y después de 90 Km llegas a otro mundo y no uno lleno de brujas con narices aguileñas, con verrugas, que viajan en escoba. No. Brujas es el paraíso de los puentes, del chocolate (porque si, en Brujas hay más de 50 maestros chocolateros!), de tomar cerveza en pequeños locales, de los paseos entre la bruma mañanera. Porque nada más llegar, desde la estación de tren atraviesas el parque Minnewater, y ves el Lago del amor, con sus cisnes, entre la bruma.

 

 

Y ahora un poquito de historia. Gracias a la creación de un canal natural en 1134 a causa de una tormenta y por lo tanto, la creación de una salida al mar, la industria de la lana creció enormemente. A su vez, Brujas entró en la Liga Hanseática, una federación de comercio de ciudades de los Países Bajos, Alemania y Escandinavia, lo que hizo de ella una de las ciudades mas ricas de Europa entre 1200 y 1400. Pero como todo lo que sube baja, tras 400 años, Brujas quedó aislada del mundo, hasta que en el S. XIX entusiastas del patrimonio se encontraron con este tesoro y le devolvieron su esplendor gótico, barroco, renacentista y modernista. La riqueza y la devoción hacia la religión dieron pie a la aparición de una comunidad de artistas: Jan van Eyck o Hans Memling sirvieron a la corte de los duques de Borgoña (sucesores de los condes de Flandes), quienes fueron grandes mecenas. Su pasión por los festejos y el refinamiento hicieron que la artesanía local en manuscritos ilustrados, encajes y otros objetos de lujo se diversificase.

 

 

Como su nombre indica “Brug” significa “puente” en flamenco por lo que está claro que los puentes serán algo que no echarás en falta. Su casco histórico, rodeado de 7Km de canal fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000. Su plaza mayor, descomunal para lo pequeña que es la ciudad, con los increíbles edificios que la rodean, molduras pintadas en oro, el contraste del gris de la piedra con el rojo de las ventanas que en navidad se adornan con luces, el mercado de primera hora de la mañana lleno de colores crean un espacio encantador.

Y un poco a las afueras, dando un paseo entre los barrios residenciales, te encuentras con los molinos, sobre colinas, perfectamente conservados.

 

 

Y sigues caminando por el canal y en una curva te paras. Te sientas y simplemente observas el Rozenhoedkaai. Lo que en la antigüedad tardía fue probablemente un embarcadero para los barcos que transportaban la sal, hoy es el sitio más fotografiado de Brujas y es que aunque no sepas que lo es, sientes la necesidad de sacarle una foto.

 

 

Entonces atraviesas una puerta y te encuentras en otro pequeño mundo de fantasía, el Begijnhof: un pequeño pueblo que recuerda la películas de Big Fish, con sus casitas blancas, todas de la misma altura, perfectamente cuidadas, con un tranquilo jardín con enormes álamos.

Fundado en 1245 por la condesa de Flandes, tenían como fin albergar a las mujeres que se habían quedado viudas o huérfanas tras las Cruzadas. Actualmente está habitado por monjas benedictinas, lo que permite que la calma siga reinando en él. Pero no sólo podemos encontrar Begijnhofs en Brujas, también en Ámsterdam, Lovaine, Gante y muchas otras ciudades.

 

 

Brujas, esa ciudad detenida en el tiempo que te transporta a otra época y te hace pasear por ella con una sonrisa de felicidad. Que te llena con su encanto. Que te da tranquilidad. Una pequeña ciudad con tanta belleza que sin duda hay que visitar.

 

 

 

Cristina Rodest

Graduada en Comunicación Audiovisual. Con experiencia en dirección de arte, maquillaje FX y vestuario. Amante de la fotografía, el cine y adicta a viajar.

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