Aser ha vivido una íntima relación con el arte desde su juventud, pero, como muchos otros, no pudo cumplir su idea de estudiar bellas artes.
Hoy nos cuenta su historia, la historia de, como el bien defin “una carrera de fondo” en el arte, sin rendirse y dejándose sorprender día a día con nuevas técnicas, aprendiendo de sus jóvenes compañeros.
Aser es un ejemplo a seguir, ya que el nos demuestra que verdaderamente nunca es tarde y que con madurez se ven las cosas desde un punto de vista más crítico, pero más sabio y agradecido.
Desde cuándo tu afición al dibujo y a la pintura?
Desde siempre. Pasaba mucho tiempo observando, jugando, dándole vueltas a imágenes y objetos. Cualquier cosa me servía para imaginar nuevas posibilidades. Todo me valía y todo recogía sin saber bien para que (todos llevamos un Diógenes dentro sin saberlo). Más tarde, recuerdo la presencia del cómic y las ilustraciones de las carátulas de los discos de Raimbow o de John Mayall, que copiaba a bolígrafo y sombreaba con lápices. Las fiestas de Carnaval donde se proyectaba, cosía, pintaba, cortaba, se compartían ideas y se salvaban obstáculos mediante el ingenio. Todo para mostrar un producto final ante el público.
La sorpresa, el color, el descaro, cierto grado de exhibicionismo, sátira, crítica social,…libertad. Me gusta la libertad.
Sabemos que de jóven has estudiado historia del arte, ¿Porque no bellas artes desde un principio?
Me inicié en el dibujo academicista, en la copia de yeso y el estudio del cuerpo humano. El carboncillo, el conté, los difuminos, la luz, la proporción y el volumen… fueron todo un descubrimiento. Varios años en la Escuela de Artes y Oficios de Ourense mirando de reojo las clases de barro y escultura o los olores del óleo de pintura.
Me licencié en Historia del Arte en Santiago de Compostela especializándome en Museología. Desde el principio mi ilusión eran las Bellas Artes, mancharme las manos, pero no había posibilidades económicas de marchar a Madrid o Sevilla así que me quedé con las ganas .
De las muchas técnicas que conocía de forma teorica realmente no era consciente del procedimiento de factura, de su grado de dificultad ni de sus posibilidades de expresión y combinación. Necesitaba atravesar la barrera, mancharme las manos, y literalmente ponerme manos a la obra.
¿Desde hace cuanto compaginas tu trabajo con la carrera de bellas artes?
La apertura de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra me brindaba la ocasión perfecta para continuar mi formación pero no fue hasta el año 2001 que pude iniciar estudios con un ritmo lento e intermitente.
Para mí lo importante es el camino que se va recorriendo. Soy corredor de fondo. El contacto con los profesores, maestros de taller y compañeros de esta carrera es un constante juego de estímulos donde reinan caos y libertad a partes iguales. Hoy por hoy estoy inmerso en el grabado y las técnicas de impresión. Sencillamente fascinante.
Qué pintores te han influido más, y quién te gusta de los actuales?
Conocer la historia permite un gran número de referentes.
La pintura alemana del Bosco, Durero, Cranach, el expresionismo alemán, la obra de Egon Schele o la de Bruno Schulz… Los desnudos de Freud o los impresionantes colores de Rothko.
Las mujeres son las invisibles y perennes desconocidas de la historia del arte. La historia de Marietta Robusti “la Tintoretta” resulta apasionante. Recientemente he leído el libro de Melania G. Mazzucco titulado “La larga espera del ángel” en el que se puede apreciar la relación de la mujer y la pintura en la Venecia de los grandes.
De los actuales me gustan Barceló, Paula Rego, Bill Viola…
Como artista y como alumno ¿cuales crees que son las expectativas que ofrece la universidad?
La Universidad es un vehículo, una oportunidad. Me siento un afortunado al no tener que competir en el mercado laboral, yo no tengo prisa. Es una perspectiva diferente a la del estudiante en plena formación. Se va demasiado rápido y superficialmente. En estos momentos estoy pensando en los modelos del natural que después de tantos años trabajando en la facultad no les quieren renovar sus contratos. Para mi resulta algo imprescindible y por ello intolerable solo pensar en una facultad sin esta disciplina.
¿Ves un futuro de calidad para el arte en España basándote en lo que ves a tu alrededor?
Desconfío del término “calidad”. Prefiero hablar de confianza en uno mismo, de movimiento constante y sobre todo de trabajo, trabajo y trabajo. No hay otra fórmula.
En momentos de crisis como la actual donde los primeros y mayores recortes se los llevan la cultura y la educación no debemos permitir las castraciones. Es en estos momentos de graves dificultades cuando el artista debe crecer y dar un paso al frente. El trabajo en grupo resulta hoy una buena ocasión para crear. Berlín da fe de esa actividad. Mis compañeros tienen la oportunidad de viajar, de conocer y compartir experiencias y el ordenador es un mundo de posibilidades.
En una ocasión, con motivo de una exposición de arte tuve ocasión de confrontar la esencia de dos de los artistas participantes. Eran radicalmente distintos pero resultaban inseparables. Una personalidad era cultivada, erudita, poeta y literata conocedora de la historia, de nombres, fechas y conceptos. La otra era bruta, innata, directa e ingenua. Ambas se complementaban y se apreciaban, pero ambos coincidían en decir señalando la obra del contrario: “No tiene puta idea de nada pero ahí está todo”.