¿Por qué es Watchmen el mejor cómic de la historia?

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Seguro que todos conocéis V de Vendetta. Seguro que algunos os habréis puesto esa risueña máscara de Guy Fawkes o tal vez la hayáis visto en algún vídeo de Anonymous, del 15-M o de Occupy Wall Street. Seguro que también conocéis La Liga de los Hombres Extraordinarios, esa peli tan mala, con Sean Connery, o esa otra de Jonny Deep e Ian Holm sobre Jack el Destripador llamada From Hell. O tal vez otra de Keanu Reeves sobre un mago adicto al tabaco llamada Constantine … y quizá hayáis visto Watchmen, la peli de Zack Snyder, ese gran amante de los filtros.

Toda esta amalgama de personajes, argumentos, mundos y conceptos proviene de la misma mente privilegiada: una entidad llamada Alan Moore. El mismo Moore que ha renegado de todas esas adaptaciones fílmicas que os acabo de nombrar, pues, ciertamente, todas esas películas que he citado son adaptaciones, «interpretaciones» pésimas, grotescas e irrespetuosas de creaciones de Alan. ¡Son, en origen, CÓMICS!

Moore ha pedido expresamente que retiren su nombre de los créditos de todas esas películas  pues no quiere que le relaciones con semejantes bodrios. (Los derechos no siempre le pertenecían y no podía controlar quién los compraba. En otras ocasiones confiaba en que pudiera salir algo bueno… nunca ocurrió).

Y sin embargo… ¿ Puede ser la máscara de Guy Fawkes uno de los símbolos más influyentes del siglo XXI? ¿Puede que Alan Moore sea el escritor más importante de nuestra época?….  ni lo sabemos, porque nunca le darán el Nobel. ¿Y por qué? Porque escribe cómics.

Y su mejor cómic… es, probablemente, Watchmen.

Watchmen (1987) es, quizá, el cómic más influyente de todos los tiempos. Cambió para siempre el mundillo, especialmente el de superhéroes, especialmente el del cómic americano. Es, en gran parte, gracias a esta magna obra que hoy en día se considera la «novela gráfica»(1) como lectura de culto y no «tebeos» para niños. Fue Alan Moore quien trajo la madurez intelectual y la seriedad temática al mundo rosa del superhéroe americano, símbolo del triunfo capitalista; ese Superman que le pegaba collejas a Hitler y enseñaba a los niños a protegerse de las bombas atómicas rusas.

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Menos mal que Superman nos ayudó a vencer a Hitler.

Watchmen es un prodigio técnico. Es una obra que daría para escribir libros y libros. Es una epopeya compleja, cargada de símbolos y de contenido, que tras muchos años de continuas relecturas sigo sin comprender del todo.

Os lo contaré como me ocurrió a mí. La primera vez que Watchmen cayó en mis manos yo ya había escuchado que era el mejor cómic del mundo. Tenía las expectativas tan altas que la primera vez que lo leí me decepcionó muchísimo. Me pareció un petardo. No entendí nada. Me esperaba la historia más espectacular y jodidamente épica que pudiera haberse escrito jamás sobre un grupo de superhéroes, con rayos, explosiones, ciudades destruidas, poderes inimaginables y batallas sublimes. Nada de eso.

Tuvo que ser bastante después, y tras haberme enriquecido con la lectura de muchos más cómics, cuando pude apreciar las infinitas implicaciones que tenía aquella obra que tanto me había aburrido, debido a mi pura incomprensión. Tras aquella segunda lectura cerré el cómic y sentí que mi vida había cambiado para siempre.

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Haré un resumen muy rápido del contexto que envolvió Watchmen y su aparición en el mundo del cómic para poder pasar sin más dilación al análisis de algunas de las claves formales, temáticas y simbólicas de esta obra indefinible e inagotable.

El cómic americano de Superhéroes estaba ya bastante agotado a finales de los 80. Los argumentos se repetían y eran bastante infantiles. La generación de niños que había crecido en la época de oro de los Superhéroes (alrededor de los 40) había crecido ya y exigía una mayor madurez en los argumentos. Ahora existía un grupo de adultos que quería seguir leyendo cómics, y Alan les dio algo nuevo.

Guerra Fría. Finales de los 80. El peor presidente Americano reinaba entonces en el «país de las oportunidades» y la campaña de desprestigio contra la URSS y las guerras satélite del conflicto habían sacudido la moral de los estadounidenses. ¡Había miedo de un ataque nuclear! Un miedo que, lejos de ser tangible, se materializaba mediante la típica estrategia americana de la propaganda del miedo.

En este ambientillo, los Vigilantes, los Watchmen, son un grupo de superhéroes retirados que ha sido prohibido por el gobierno bajo el lema «¿Quién vigila a los vigilantes?». Es una metáfora perfecta del uso de los superhéroes como parte de la propaganda pro-fascista-americana, parcial, claro. Echad un vistazo a la historia del Comics Code Authority, uno de los mayores ejemplos de censura totalitaria de la libertad de expresión jamás visto.

De estos vigilantes proscritos, uno sigue actuando como paramilitar en la guerra de Vietnam y en diversos proyectos turbios del gobierno, el único que sabe reírse de la broma infinita. Otro es el superhombre de la ciencia y el positivismo, un ser con poderes ilimitados que ha dejado muy atrás su humanidad. Dice el noticiario: «Dios existe y es americano». Es usado para crear bombas atómicas (él mismo es una) y para asolar a los comunistas cuando se tercia. Otro, basado en Batman, se ha retirado y malvive como un pringao que añora el poder fálico que tenía antaño al enfundarse su traje. La chica del grupo está casada con un monstruo inhumano y no encuentra sentido a su vida, aunque ella será la clave en la toma de partido del superhombre (exiliado en Marte). El cabecilla del grupo se reconvirtió en un empresario de éxito y todavía busca solucionar el mundo, trasunto de un idealista Marck Zuckerberg. El último y tal vez más interesante todavía sigue «purgando la ciudad» , vigilando desde las sombras , aplicando una oscura ley de Talión.

Estos, desde luego, no son los habituales superhéroes: aquellos ideales de los principios de la sociedad americana, hombres y mujeres sin mácula, de moral luminosa y absoluta, de simplicidad onerosa al fin y al cabo, representantes del sueño americano. ¿Hay algo más predecible y mojigato que Superman?(2) Pese a que el personaje plano por excelencia del superhéroe clásico fue volviéndose más complejo en algunas permutaciones a lo largo de su historia (la introducción de la cotidianidad, con Spiderman, del trauma familiar con Batman) que trataban de salvar las simplicidades y faltas de matiz psicológico de sus personajes, no fue hasta Watchmen cuando los superhéroes dejaron de ser patanes bonachones para convertirse definitivamente en seres humanos. La humanización conlleva psicologías perturbadas, contradicciones y dilemas morales. Es una visión poliédrica muy alejada de las fábulas del bien-mal. En Watchmen no hay buenos ni malos. O más bien… ¡todos son malos! … ¿ehm… era así?

Adentrémonos más en el contenido. El tema de Watchmen gira alrededor de un típico problema moral. ¿Matarías a cien personas para salvar a un millón?. ¿Harías un pequeño sacrificio humano para hacer del mundo un lugar mejor para las generaciones venideras? ¿El fin justifica los medios?

El nacimiento del Superhombre.

El nacimiento del Superhombre.

En este dilema moral cada personaje, cada vigilante, simboliza una postura ética. Veamos, una por una:

Tenemos al superhombre de Niestzche (Dr. Manhattan), un ser que está mas allá del bien y el mal, alguien cuya mirada es capaz de ver el pasado, el futuro y el presente de forma simultánea (eterno retorno) que hace tiempo ya que ha dejado de ser humano. Alguien que no distingue ya entre el valor de un átomo y de una vida humana. No le pidas ayuda porque, desde la perspectiva de un dios, tú eres una mota de polvo en el universo infinito.

Por otro lado, tenemos al Comediante, aquel que, sabiendo de lo cruel del mundo adopta una postura nihilista-dionisíaca, de burla continua hacia los moralistas e hipócritas que le rodean, los que creen en esa falsa justicia. El mundo es una broma cruel y lo mejor es reírse de ello. Sin embargo… él reniega del sacrificio, lo considera una broma demasiado pesada, se posiciona en contra. Es el nihilista arrepentido,  la expresión de la complejidad moral contemporánea.

Los dos pringaos, el hombre y la mujer, Adán y Eva (Búho Nocturno y Espectro de Seda). Se enamoran y se vuelven egoístas. ¿Que importa que el mundo explote mientras se amen? Son los amantes de Hiroshima. Les da todo igual, son epicúreos vitalistas. «Lo que importa es que estamos vivos y nos amamos, al resto que le jodan».

 

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Roscharch. O blanco o negro. Es un maniqueo. Sólo existe lo que está bien o lo que está mal. Preferiría morir antes que aceptar el mal, aunque éste sea para lograr un bien mayor. Si haces algo malo debes pagar por ello. El mundo debe ser purgado. O estás con él o contra él. La terrible simetría moral.

El hombre más inteligente del mundo (Ozymandias). Simboliza aquella parábola de Alejandro Magno del nudo gorgiano. Le presentan un nudo imposible de deshacer. Él saca la espada y lo corta por la mitad. Es un ejemplo de pensamiento lateral. Cortar por lo sano. Simboliza la inteligencia utilitarista. Limando asperezas morales él ve mas allá, se cree el elegido para cargar con el peso de cortar el nudo imposible y conducir a la humanidad a algo mejor.

 

 

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El peso del mundo en sus hombros.

Hasta aquí algunas de las implicaciones morales-filosóficas del argumento. El ver cómo se desarrollan todas estas posturas, evolucionando en el catalizador del dilema moral, es una de las partes clave del argumento y de la alucinante conclusión final.

¡Pasemos ahora a lo bueno! Los aspectos formales. El lenguaje del cómic todavía no ha terminado de asimilar las posibilidades técnicas que ofreció Watchmen en 1987, ya en un incomprensible estado de perfección. Pasaré a desgranar someramente algunos de ellos.

Como la máscara de Roscharch, el cómic es simétrico. ¡Os reto a encontrar la página central! A partir de esta página doble que actúa de pliego, el cómic se desdobla especularmente (speculum: espejo) hacia el principio y el final. ¿Y esto que quiere decir? Que la simbología, los personajes, las viñetas y el diseño de las páginas se corresponden entre sí a un lado y otro del centro-pliegue. Es decir, que si en una página tenemos una viñeta doble, en la página correspondiente al otro lado del centro, tenemos su reflejo invertido, como un espejo. Todo, forma y argumento, se supedita a este ingenio (¿o es al revés?). El mismo ardid tiene un significado oculto del que ya os he dado una pista. Evidentemente. La última y la primera viñeta son casi iguales. Y así con todo. Es un círculo perfecto.

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El «centro» de Watchmen.

Esta simetría formal de las viñetas y del contenido argumental y simbólico es especialmente tratada en uno de los capítulos, titulado «Fearful Simmetry», en una evidente alusión al famoso poema de William Blake.(3)

Narración paralela. Es frecuente en Alan Moore esta técnica. Se puede realizar de varias formas. En Watchmen se cuentan (al menos) dos historias bien diferenciadas. Una es la del propio cómic, la historia de los Vigilantes, y otra la que un niño lee sentado en el quiosco de la esquina por el que eventualmente suceden las otras acciones. Lo que el niño lee es una historia de piratas cuyo significado está íntimamente ligado a uno de los personajes. Esta historia se alterna con la de la trama principal y muchas veces se solapan. Una historia dentro de otra historia. ¡Metacómic!

Transiciones. Alan Moore es auténcio maestro de las transiciones entre viñetas y páginas. La retícula de nueve viñetas 3×3 predomina en toda la obra y se ve eventualmente violada para introducir sorprendentes efectos dramáticos (simétricos, claro), creando un curioso ritmo  Este sistema de viñetas tan encorsetado a priori, genera un ritmo que favorece las fabulosas transiciones entre página y página.  En todo esto, evidentemente, tenemos también que reconocer el  mérito del dibujo de Dave Gibbons. La rígida cuadrícula de 3×3 es a veces rota en grandes «screensplash» lo cual acentúa enormemente el efecto dramático.

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Alucinante escena simbólica.

El apartado simbólico es tal vez lo más perturbador y a la vez impresionante de la obra. Todas las páginas tienen símbolos ocultos, como en un juego de enigmas visuales. Ninguna… ¡absolutamente ninguna! … viñeta tiene nada dibujado al azar. Te puedes tirar años leyendo el cómic y descubriendo nuevos misterios. Una de las últimas veces que lo leí descubrí que desde la primera viñeta ya te están dando pistas de quién es el «malo» (¿no era que no había?) o de por donde van a ir los tiros. Son símbolos omnipresentes que tienen relaciones de significado con los distintos personajes, con las distintas posiciones éticas, con el propio flujo narrativo… Es casi como un tratado emblemático renacentista, un libro mágico-cabalístico, un tratado iconológico, donde a medida que avanzas, los símbolos van cobrando más y más significado.

Como ya hemos indicado, pese a ser un «simple» cómic de superhéroes, no faltan las referencias a la cultura popular o citas cultas a Niestzche, Burroughs, Blake, Einstein,… Nombres todos ellos paradigmáticos de la cultura actual y del siglo XX. ¿Que hay más representativo de nuestra época que el nihilismo y la bomba atómica? Ah sí, Austchwitz, pero eso ya lo trató Moore en V de Vendetta (¿puede ser su segunda mejor obra?)

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Los «amantes de Hiroshima».

Pero no pensemos que todo son elevados pensamientos. También hay espacio en este enorme drama para el amor, la miseria de lo cotidiano, los problemas de la propia identidad, la impotencia sexual, la pobreza, el feminismo, el racismo, las ideologías,el fascismo, la ciencia… Todo cabe para crear una de esas obras que, en su complejidad y riqueza, ofrece la radiografía de una época, un compendio, un enorme tapiz de todo el drama de la humanidad, como otras obras universales, Ulises de J. Joyce, Fausto de Goethe o incluso la Odisea de Homero. Esta obra no desmerece en nada a esos grandes clásicos canónicos, elevados con demasiado celo académico a obras cumbre de la literatura humana (occidental, se entiende). Sin embargo Watchmen ha cometido el pecado de ser un cómic, un género ínfimo en comparación con la «gran» novela y todavía tardaremos algunas décadas en darnos cuenta de que es el Fausto del siglo XX. La obra cumbre de la era posmoderna.

Watchmen, como los buenos relatos, nunca termina.

 

Ozymandias: «He hecho lo correcto … ¿verdad? Al final todo ha salido bien.

Dr. Manhattan: «¿Al final? … Nada acaba Adrian… nada termina jamás.»

 

 (1) No me gusta el término «Novela Gráfica» porque el cómic no es subsidiario de la novela ni tiene nada que ver con ella. Es un nombre que se le dio para tratar de dignificarlo, pero no me parece necesario aludir al prestigio del «hermano mayor» (la novela) para conseguirlo.

(2) Esto lo ha puesto de manifiesto mejor que nadie Frank Miller en su saga del «Caballero Oscuro». Por cierto, otro enorme cómic reducido a película malísima.

(3) «Tiger, tiger, burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry? «

Guillermo Rodríguez Alonso

Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela, Máster en Estudios Comparados por la UPF y Doctorando en Filosofía Contemporánea por la USC. Natural de Vigo y residente en Val Miñor.

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