El poeta y el Verdugo
Te conocí una noche de luna cobarde y risas vacías. Estrechaste mi mano con firmeza y tus ojos me sonrieron como ya nunca habría de sonreírme nadie. A menudo iba a verte a la tertulia; me sentaba en una mesa alejada y observaba tus manos jugar con el aire, oía tu risa embriagar el Alameda. Sigue leyendo