«En el espacio infinito que va del Sar al Sarela, entre niebla que acaricia como lienzos de tul, los hombres llevan generaciones esculpiendo rúas abiertas a todos los vientos, murallas discontinuas, arquerías firmes, largas fachadas horizontales que quieren pasar desapercibidas, dulces filigranas…
Ahí la luz y sombra, tenues ambas, agotadas ambas de tanto fatigar el laberinto del tiempo, se citan para fundirse en un abrazo de viejos amigos en el reencuentro…
Y el que busca la Ciudad comprende pronto que no nos es sólida, sino etérea, apenas alma intangible, de una transparencia tal que su imagen solo se puede atesorar a través de la cámara, en el encuadre casual, en la fotografía que -tal vez solo en este caso- supera siempre con creces toda expectativa…
De la ciudad no hay, en verdad, otro rastro que su imágenes…»
Texto de Antonio Romero Seguín, para el proyecto «Las ciudades invisibles».
Fotos: José Moldes.