Julio Eiroa. Documentar la vida. Por José Moldes.

Hay fotografías que no necesitan un texto para ser entendidas. También hay fotografías que dialogan perfectamente con un texto, para unirse en una reflexión conjunta entre la imagen y las palabras. Muchas de la obras de Julio Eiroa ( Vigo 1980 ), encuentran esa unión. Habíamos quedado en mi ciudad, para conocernos personalmente y preparar esta entrevista. Mientras callejeábamos por sus calles mil veces transitadas, hablamos de fotografía, de proyectos, de reflexiones en torno a esta pasión que tanto nos une. Mi curiosidad por sus comienzos y por su trabajo creativo a la hora de afrontar un proyecto, casi me obliga a hacerle preguntas que ayuden a nuestros lectores a conocer de primera mano su maravilloso trabajo y cómo lo crea. Hago de guía por la ciudad que transito a diario buscando cada rincón, cada sombra. Julio Eiroa, el “biólogo-fotógrafo” me habla de sus inicios en la fotografía. “La verdad es que no tengo una tradición familiar fotográfica. En mi primera comunión un invitado me regaló una cámara compacta automática. La usé, la abandoné y la volví a utilizar en la adolescencia, pero me interesaba mucho más divertirme con otras cosas. Cuando comencé los estudios de biología, empecé a utilizar la fotografía como herramienta de documentación. Tomaba imágenes de todo lo que me iba encontrado y no conocía. Pero las fotos salían fatal y empecé a estudiar por mi cuenta sin más intención que mejorar mis imágenes”.

De la serie WASTE.

Lo que al principio fue una herramienta de trabajo, poco a poco fue terminando en pasión, hasta desplazar a todo lo demás. Buscó aprender de los maestros de la fotografía de naturaleza, y  recuerda, sin duda, a Galen Rowell como verdadero motor en su aprendizaje. Este fotógrafo realizó una toma de un arco iris sobre un palacio en el Tíbet. Esa imagen le impactó desde el primer momento. Cuando años más tarde, leyendo sus artículos, redescubrió cómo consiguió aquella toma, todavía le enamoró más. Aprender a ver fue su gran lección. Adora las fotos de G. Rowell y la forma de escribir.

Ahora es un profesional de la fotografía que se impone el reto de traducir lo que un cliente quiere en imágenes. Como autor se ha convertido en su terapia. Se comunica así. Deja salir así sus impulsos más intensos. No le interesa lo racional. No lo es mucho. Solo para justificar sus impulsos emocionales, nos dice. Y le ayuda a ser libre. No espera un retorno, pero se ha dado cuenta que es un lenguaje de ida y vuelta. Un circulo vicioso entre lo real, “su yo” y la realidad de los otros. Seguramente cambie en cualquier momento, pero de un tiempo para aquí es lo que le “pone”. En sus fotografías intenta proyectarse en su obra. Podría decirse que su “paisaje interior” queda proyectado en el paisaje de su realidad. La mayoría de las veces es el suyo. Otras veces el de las personas muy cercanas a él por alguna razón.

Fachada equivocada. Pulmón de la oscuridad.

Dejamos la catedral, lugar mágico que domina el alto de la ciudad, y entramos en uno de los lugares con más encanto de Tui, “Ideas Peregrinas”, para tomarnos un vino y continuar la charla en este lugar tan agradable. Julio tiene un hablar activo y lleno de vitalidad. Se le nota enamorado y lleno de ideas en fotografía. Aunque en su aprendizaje a probado muchos estilos, donde realmente se encuentra más cómodo, es en la naturaleza, probablemente a causa de sus estudios de biología. Al aire libre. Generalmente solo. Descubrió que ese entorno favorecía sus impulsos para la toma. Ahora los impulsos llegan desde cualquier lado. Ha aprendido a ver donde se sentía más incómodo. Reconoce que depende mucho de su estado de ánimo. Le da mucha importancia al texto con la imagen. Pero no un texto descriptivo como pie de todo. Son textos que tienen vida propia, pero que guardan una relación íntima con la imagen. Puede llegar a tener tanto o más importancia que la imagen. Su fotografía tiene una carga autobiográfica importante y considera esas líneas necesarias para contrarrestar la pérdida del sentido que el observador pueda percibir, aportando una guía y, al mismo tiempo una nueva dimensión para la interpretación. Es una dimensión de su interior, casi tan importante como la propia imagen. En esa naturaleza, pura o perturbada, encuentra los modelos que necesita. Aunque ahora volvió a lo analógico para tener calma como autor, no es prioritario en su trabajo profesional. Quizá, lo que menos usa es el móvil, ya que es raro que no tenga una cámara consigo. En relación al color o blanco y negro, reconoce el color como un recurso más del lenguaje visual. El color es psicología, es emoción. La decisión para él es muy sencilla y por eso suele ser más de color. Si busca que el color provoque alguna emoción en el observador, lo utiliza. Sin querer intensificar una emoción, todo funciona en blanco y negro. Lo que sí es verdad es que él ”ve” en blanco y negro casi de manera habitual.

Almohadas negras de rimmel y sudor. Sigo vaciando el mar de sal.

Aldous Hexley decía respecto de la escritura de sus libros que nunca tenia totalmente claro lo que iba a suceder hasta que había terminado de escribirlo. A Julio le pasa lo mismo, no sabe si acabará un proyecto, pero esa incertidumbre le excita. También es cierto que le gusta defender que existen proyectos y “gimnasia fotográfica”. Y para él son muy diferentes. La “gimnasia fotográfica” son ejercicios. Remunerada o no, consigue resultados para uno o para terceros. Pero no duelen. Los proyectos si duelen. Duelen en el alma, en el corazón, en la barriga, como dice alguno de sus maestros. Él los distingue así. Si no le duele, es un encargo, se lo toma muy en serio. Con un proyecto no tiene claro si lo va a terminar. Puede llevarle toda la vida o no, pero cuando empieza un proyecto la única idea clara en que piensa es que no tiene la seguridad de que lo vaya a terminar. Cree también que en un proyecto tiene que existir un plan divino de emoción. Quiere provocar emoción en quien lo vea.

Caminando por la orilla del Miño, me confiesa que fue Javier Vallhonrat el que le hizo entender la importancia de localizar el origen del impulso, para que una escena le pueda conquistar. El pensaba que estaba delante de la cámara, cuando en realidad estaba dentro de uno mismo. Por eso, esa escena que le conquista, es la escena que de repente conecta con él, que le pone en alerta y tiene que añadirla a su propia historia.

La corriente no es aleatoria. Desequilibrio. Tú si.

Su fotografía se expresa, sobre todo, a través de la fotografía de naturaleza, acompañada muchas veces de textos cortos y bellos que dialogan en una perfecta simbiosis con la imagen. Hacen, que la fotografía de Julio Eiroa, llegue o intente que llegue, a aquellos que tengan una visión poética y cercana de lo que nos rodea. Sobre proyectos futuros, matiza. Ser feliz. Ser pasional. Ser libre de decidir. Viajar al sur. Seguir estudiando. Dice que es pronto todavía para anunciar nuevos proyectos que ya han empezado. De momento tienen que convivir con él, aunque ya hay publicado imágenes que le sirven de feedback con el observador y de terapia para él.

Ya casi al final de nuestro paseo recuerda unas palabras de Eduardo Momeñe, un verdadero filósofo en cuestiones de fotografía que decía “las fotografías son testimonios, documentos de lo que está ahí fuera. Pero nuestro auténtico fin al tomar fotos debería ser ante todo, que nuestras imágenes sean testimonios, documentos de cómo hemos mirado las cosas como si fuesen actas notariales, nuestra firma, nuestra huella…” Julio Eiroa lo consigue y lo documenta de una manera magistral.

 

En Tui a 19 de Enero de 2017.

www.natureandphoto.com

www.natureandphoto.com/libro-waste

De la serie WASTE.

La oscuridad se retira poco a poco. Todo se ilumina con una estela brillante.

En el movimiento invisible cualquiera. Armonía. Tú no.

Freu da Porta – 1956

Voy a escribir en el cielo. El perfume de orquídea.

El lago al pie de la montaña se evapora. Ira.

José Moldes

José Moldes, Tui Pontevedra (1967) inició su andadura fotográfica en el año 1995. Su obra es un reflejo de su mundo interior, donde intenta mostrar imágenes que nos hablan de ausencias, de la soledad, el hombre y los objetos en lo cotidiano a la luz de un día cualquiera. Urbanita antes que paisajista, busca la figura humana, melancólica, contemplativa, en el inmenso paisaje que le rodea. “Su mirada es avariciosa, quiere atesorar cada rincón, cada rayo de luz, cada destello en otros ojos…, mil detalles a la vuelta de cada esquina. La fotografía que propone, solo muestra, no dice ni explica. Es una propuesta filosófica antes que estética. Cualquier interpretación supondrá una mirada nueva, otra propuesta, que no está, ni necesita estar, en la fotografía original“. Antonio Romero Seguín, es escritor. Colabora con la revista de divulgación cultural Croa Magazine, con entrevistas a fotógrafos y artistas gráficos. Realizó exposiciones en Galicia, Extremadura, Porto ( Portugal ). Participó en el Festival Visións na Coruña 2016. Actualmente trabaja en dos proyectos que verán la luz durante el año 2018.

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