BRISA. Nuevo disco de Iago Fernández.

El baterista de Cangas, músico ya fuertemente asentado en la escena jazzística gallega, ha presentado su último disco en este pasado 2016, el tercero tras “Agromando” y “Acougo”. En esta ocasión la agrupación es más pequeña respecto de sus anteriores trabajos, pues el grueso del disco es para cuarteto de jazz: Reinier Elizarde (alias “el negrón”, de origen cubano) al contrabajo, Enrique Oliver (de origen malagueño) al saxo tenor y Wilfried Wilde (de origen francés) a la guitarra, un habitual en los discos de Iago. Cuenta además con la colaboración de Xan Campos (de origen gallego), pianista y teclista ya presente en los otros discos del artista, Zé Pedro Coelho (de origen portugués), otro habitual y muy conocido saxofonista portuense, e Inês Sousa (de origen portugués), vocalista, para la grabación posterior (“overdub”) de voces para el tema “Brisa”.

  1. África (con colaboración de Xan Campos y Zé Pedro Coelho)

  2. Kayak (con colaboración de Xan Campos)

  3. Brisa

  4. Brétema (con colaboración de Zé Pedro Coelho)

  5. When I fall in love + Conception

  6. Iri

  7. Flut Blues

  8. Everything I love

  9. When I fall in love (Alternate take)

Grabado íntegramente el 4 de Julio del año 2016 este disco se compone de nueve temas, siete de ellos compuestos por el propio Iago, algo común en los discos del baterista, que ya nos tenía acostumbrados a un nivel compositivo amplio y muchas veces sorprendente. En concreto, el concepto compositivo se articula entre la creación de bellas e interesantes melodías de las que emanan acompañamientos y formas y la concepción rítmica más elaborada y precisa propia de un virtuoso, así como formas y estructuras musicales abiertas, de contracción y distensión, en la línea del jazz moderno o la música contemporánea. El contenido sin duda sorprenderá al oyente por su diversidad, pero al mismo tiempo lo atrapará la profunda coherencia y estilo que atraviesa el disco, quizá el más redondo de sus trabajos. Escuchamos en el interior de este sonido propio del jazz moderno diversas referencias a sonoridades como la música afro («África»), la música modal («Kayak»), canciones tonales más en la corriente del jazz clásico o la bossa nova («Iri»), o armonías pop o venidas de la música popular («Brisa», «Brétema»).

Todo esto acompañado, cómo no, de una riqueza rítmica enorme, en la que los kicks (acentos que quiebran y/o enfatizan el ritmo), el swing, las polirritmias y los compases compuestos se hacen imprescindibles y son los que nos conducen a través de la estructura de los temas, puesto que no encontramos aquí formas clásicas o repeticiones estructurales al estilo clásico del jazz, sino un juego continuo de densidades y contrastes, secciones más o menos intensas, algunas sin casi ritmo definido, rupturas de la cuadratura que sorprenden al oído justo en el momento preciso, etc. para que nada de lo que oigamos nos deje indiferentes y la dramaturgia se desenvuelva.

Quiero destacar este punto; una concepción diferente de la forma que se desarrolla en mucha música moderna, clásica o jazzística, y que enfatiza el valor de la dramaturgia, la estructura como una historia que se cuenta y que por tanto nunca vuelve atrás. No existen repeticiones exactas o fieles de lo escuchado anteriormente, siempre se trata de algo líquido, pues la historia y el drama nunca dejan de avanzar.Las melodías reaparecen modificadas, las armonías mutan continuamente y la sección rítmica parece moverse como un flujo de pensamientos que vienen y van en torno a ideas fijas, haciendo de hilo conductor y ensamblando todas las pequeñas piezas de la improvisación. Porque sí, por supuesto la improvisación sigue siendo un factor fundamental en el trabajo de estos músicos, a pesar de la complejidad compositiva o estructural de algunos temas.

A pesar de esto, y quizá es algo que siempre ocurre cuando escuchamos creaciones de Iago, no resulta difícil apreciar las bellas melodías y las armonías que nos remiten a canciones o músicas populares, estableciendo preciosos puentes entre la riqueza, la complejidad del jazz moderno y lo emocional de la tradición pop y las músicas del mundo. Sin olvidar nunca el sonido jazz más puro, presente en las versiones de los standards («When I fall in love», «Conception» y «Everything I love»), donde podemos apreciar el absoluto dominio del género, destacando el solo de Enrique Oliver en Everything I love, que nos recuerda, con su agresividad cómica, al sonido del gran Sonny Rollins.

Para finalizar, querría destacar dos canciones, en mi opinión representativas de la línea compositiva del disco; “Brisa” e “Iri”, ambas atravesadas de expresivas melodías y con carácter de “canción” (en el sentido de “cantado”, “cantable”), algo siempre presente en los discos del artista, pero que en mi opinión alcanza un nivel más en este disco, quizá más sosegado que otros de sus trabajos (aunque éstos han sido siempre muy diversos). Merece la pena tomar como ejemplo de esto la melodía principal de “Brisa”, ejecutada al unísono en saxo tenor y voz, así como su forma en los solos de contrabajo y saxo, de intensidad creciente casi hasta el final, dónde aparece una pequeña coda para recordarnos la melodía inicial y cerrar la travesía. También en “Iri”, tema con un color a bossa nova muy interesante, destacaría y animaría a los oyentes a deleitarse con el solo de guitarra, quizá uno de los más efectivos del disco, sin querer desmerecer otros, como el solo de Xan Campos (fender rhodes) en «Kayak» o el solo de Zé Pedro Coelho en «Brétema».

Por no dejar nada de lo que me ha sorprendido en el tintero: el uso de sonoridades llamativas como la kalimba, el glockenspiel, el clarinete bajo, o mismo la fusión entre la voz y el saxo tenor, aportan color al desarrollo del disco. En el final de “África”, el primer tema, la kalimba finaliza citando o anticipando parte de la melodía del siguiente tema “Kayak”, estableciendo un puente entre ambos temas. Salientar también el interés de “Kayak”, como una lograda representación musical de la sensación de surcar las aguas sobre una de estas embarcaciones; la melodía fluye sobre una base de kicks y acentos muy lograda, que camina y nos hace avanzar de una manera peculiar, no del todo equilibrada, balanceándonos sobre líquido, algo que también se destaca en el solo conjunto de guitarra y saxo, que se preguntan y responden como un movimiento de simetría especular que podría recordar al movimiento provocado por el remar en un kayak. No olvidemos que Iago ya nos ha mostrado su capacidad de crear obras “conceptuales” o “programáticas” (que responden a un programa o referencia extramusical) como la memorable “Pyramid song” (utilizando el efecto “reverse”), “Negra e punto” (basada en un ritmo de negras con puntillo) y otras.

Artículo elaborado con la colaboración de Diego Alonso Álvarez.

iagofernandez.bandcamp.com

Gonzalo Rodríguez Alonso

Músico y Estudiante de Composición en la Escuela Superior de Música y Artes Escénicas de Porto (ESMAE)

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