Sandra González Villanueva nos presenta MÁSCONMENOS

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Ante la actual situación tanto económica, como política, como social, el proyecto “másconmenos” surgió de mi interés personal por buscar teorías y modelos alternativos al actual sistema en crisis. Una de estas teorías alternativas es el Decrecimiento, bastante afín al movimiento slow.

Vivimos en un modelo obsoleto, a punto de entrar en cataclismo no sólo en lo económico, sino también a nivel medioambiental, social y de bienestar individual. Este modelo obsoleto es la sociedad de consumo de masas en la que la publicidad nos incita constantemente a comprar, tirar y comprar, cuando no lo hace ya la obsolescencia programada creada por el sistema capitalista al término de la 2ª Guerra Mundial. Ello pudo tener su razón de ser en aquel momento, en el que hacía falta revitalizar la economía mundial después de la guerra, pero en la actualidad sólo nos lleva a un escandaloso despilfarro, a la acumulación de bienes materiales, a un agotamiento de los recursos y a un aumento de los residuos en tal proporción que, el 99% de los objetos que pasan por el sistema (extracción, producción, distribución) van a parar a la basura en 6 meses; datos que dejan claro que esto no es sostenible.

La vida del individuo trabajador de este modelo a menudo se convierte en un biodigestor que metaboliza el salario con las mercancías y las mercancías con el salario, pasando del trabajo al centro comercial y viceversa. Trabajamos más horas que nunca, cuando a comienzos de la Revolución Industrial nos prometieron que trabajaríamos menos, y las 2 actividades que más hacemos en nuestro tiempo libre, cada vez más escaso, son ir de compras y ver la televisión, cuyos anuncios nos incitan a seguir comprando, metiéndonos en una espiral de comprar-trabajar-comprar.

El crecimiento ha sido el objetivo de todas las políticas económicas capitalistas desde la Segunda Guerra Mundial, (razón por la cual, se “creó”, como ya mencionamos, la obsolescencia programada), dándose por sentado que por sí solo generaría beneficios sociales. El principal indicador que utiliza este modelo para medir el bienestar económico es el Producto Interior Bruto (PIB), el cual contabiliza la producción de bienes y servicios en un país durante un determinado periodo de tiempo, sin embargo no refleja el agotamiento de los recursos naturales utilizados para producirlos, dándose paradojas tales como que una catástrofe como la del Prestige aumentan el PIB al tener que contratar servicios y personal para las labores de limpieza y recuperación.

A pesar de la paradoja que encierra el PIB como medidor de crecimiento y de su inutilidad para que sus datos positivos repercutan en la felicidad y calidad de vida de los seres humanos, todos los países están obsesionados con crecer al menos un 1% del PIB anualmente; no se sabe muy bien hacia dónde, pero el objetivo es no parar de producir y crecer, sin importar las consecuencias.

Uno de los indicadores más usado para entender el impacto ambiental que las políticas de crecimiento tienen es el de la Huella ecológica, el cual mide en hectáreas el espacio utilizado por una persona, comunidad o país para obtener sus recursos y deshacerse de sus residuos. Hoy la humanidad ya está usando 1,5 Tierras y se prevee que para 2050 usaremos 2,5 Tierras. Además este reparto, al igual que la riqueza, es desigual; los países del norte tienen más huella ecológica que los del sur, por lo que los recursos que les faltan, los obtienen, y los residuos que les sobran, los mandan, al sur. Si todos los habitantes del planeta viviesen, a día de hoy, en las mismas condiciones que los europeos, necesitaríamos 3 Tierras; y para vivir como los estadounidenses, 7.

Esto es así porque este sistema de producción y consumo opera de manera lineal indefi nidamente en un planeta fi nito, sin tener en cuenta, además, que en todos los puntos de la cadena interacciona con sociedades, culturas, economía, medio ambiente… y a cada paso se topa con límites. Es prioritario, tanto por calidad de vida, justicia social, cuidado del medio ambiente y sostenibilidad del planeta, transformar este sistema lineal en algo nuevo; un sistema que se acerque más a los tiempos de la naturaleza, cíclicos, y que no deseche recursos ni personas.

Las personas crearon el sistema actual, que está poniendo en peligro la vida en el planeta, por lo tanto las personas podemos cambiarlo. El cambio puede y debe venir desde la propia ciudadanía. El consumo de las sociedades occidentales se hace a costa de las materias primas y de la mano de obra insufi cientemente pagada de los países subdesarrollados. Mientras en el mundo desarrollado sigamos con el mismo sistema capitalista depredador, expoliando los recursos en el sur, mandándoles nuestros residuos y violando sus derechos no podremos salir de este modelo de dependencia del consumismo que genera tantas desigualdades y es tan nocivo para el planeta. De forma que el hecho de enviarles ayuda, aunque sea valiosa, se queda en una mera anécdota ya que perpetua esa dependencia y ese modelo que crea y mantiene esas diferencias.

El modelo actual se basa en el crecimiento y para conseguirlo necesita mantener constante el consumo. Por ello, aunque el consumo no es la única palanca desde la que poder articular el cambio necesario, si que tiene una importancia especial por ser la dimensión donde las mayorías sociales pueden poner en práctica transformaciones, tomando conciencia de sus propias capacidades y oportunidades para mejorar su entorno y ejerciendo un rol responsable y activo, conscientes de su papel como agentes de cambio social.

Dentro de todos los aspectos negativos del sistema actual uno de los peores es, sin duda, el despilfarro y la mercantilización que se hace con los alimentos; lo peor que podemos desperdiciar es la comida, por las implicaciones sociales y humanas que tiene, además de las económicas y medio ambientales. Debido a esta actitud, algo que debería ser un derecho fundamental, el acceso a la alimentación (recogido como tal en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), acaba siendo un bien al que acceden unos pocos. Y el problema es que la alimentación se ha convertido en una industria más, manejada por intereses económicos en manos de unos pocos. Esta industria también se ha globalizado de tal manera que la producción, transformación y transporte de los alimentos representan casi el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, esta industria despilfarra, en parte, por falta de efi ciencia, ya que desperdicia el 50% de lo que se cultiva (descartes estéticos y pérdidas durante el transporte) y el 30% de lo que llega a ponerse en los canales de distribución y venta. Con lo que tiramos a la basura los países desarrollados, se podría dar de comer al tercer mundo 4 veces; por lo tanto el problema del hambre en el mundo no es un problema de falta de alimentos.

Vivir en la paradoja de producir casi el doble de los alimentos que necesitamos y tirar casi un tercio del total tiene sus consecuencias. La primera es ética, ya que en un mercado global donde los alimentos se comercializan a escala internacional, todos, tanto países ricos como pobres compramos alimentos esencialmente de las mismas fuentes. Si los ricos compran toneladas de alimentos a un precio más alto del que pueden pagar los pobres y acaban tirándolos a la basura, están retirando gratuitamente del mercado alimentos que podrían haber permanecido en él a disposición de otras personas para haberlos comprado y consumido.

La segunda consecuencia es medioambiental ya que destrozamos con sorprendente efi ciencia el planeta, perdemos biodiversidad, convertimos la agricultura en una amenaza, etc. Y todo para que una gran parte de los alimentos acaben en el cubo de la basura. Y en este mercado global, tirar comida en un punto del sistema signifi ca que tenemos que producir más en otro; estamos subvencionando la extensión de la agricultura en los bosques, los humedales y las praderas naturales; el agotamiento del agua, la erosión del suelo, la contaminación de los vertederos, el hambre en el mundo…

Por tanto, urge poner medidas en los distintos puntos de la cadena para evitar este despilfarro y para buscar la soberanía alimentaria. Ésta se centra en garantizar el derecho de los pueblos a mantener sus comercios locales y biodiversidad; el derecho a que los productores obtengan un pago justo por su trabajo; el derecho de los ciudadanos a poder elegir una alimentación saludable y a saber lo que comemos; y el derecho a la búsqueda de la calidad alimentaria por encima de los benefi cios de las corporaciones. Derechos que en la actualidad están siendo vulnerados por el sistema de la industria alimentaria. Asimismo la soberanía alimentaria apuesta por el consumo de proximidad y de temporada, reduciendo de esta manera el transporte y las emisiones de CO2.

La búsqueda de la soberanía alimentaria y el poner medidas al despilfarro también debe partir de la propia ciudadanía. Cada individuo puede poner en práctica distintas medidas en este sentido tales como hacer la lista de la compra para comprar sólo lo que necesitas y evitar dejarnos seducir por el marketing; medir las raciones al cocinar y no preparar de más; utilizar las sobras para preparar otra comida; comprar en mercados locales, tiendas de barrio, cooperativas de consumo o, a ser posible, directamente a los agricultores; comprar frutas y hortalizas desiguales o “feas” ya que así se maximiza la efi ciencia de la producción agrícola, siendo una medida de protesta, desde la bolsa de la compra, a los descartes estéticos, además de que pueden ser más baratas y contener menos pesticidas; separar los residuos orgánicos y optar por el compostaje doméstico para evitar tirar los residuos biodegradables en el vertedero.

En este punto de la investigación conocí el movimiento freegan, formado por personas que llevan un estilo de vida ecologista, antiglobalización y anticonsumista que emplea estrategias alternativas para vivir, basadas en una participación limitada en la economía convencional y en un mínimo consumo de recursos. Una de esas estrategias es la recuperación de alimentos de los contenedores de restaurantes y supermercados, no por necesidad, sino por motivos ideológicos y de conciencia social. Acabé contactando y conociendo a un chico de Tomiño que lleva este estilo de vida y lo acompañé un día a “a reciclar”, como él llama al hecho de ir a buscar lo que tiran los supermercados a los contenedores a la hora de cerrar. Lo que ví ese día, lo que me contó y lo que leí sobre el tema, fue crucial para que fi nalmente decidiera que mi propuesta de diseño debería ir encaminada a paliar, aunque sólo fuera en parte, el problema del desperdicio innecesario de alimentos en buen estado, buscando burlar, sin atacar directamente, ya que haría el proyecto inviable, el sistema que lo permite y mantiene.

Y el nombre del proyecto es “másconmenos” ya que resume en su propio signifi cado su mensaje: el hecho de que podemos vivir mejor con menos, que podemos obtener más con menos recursos, que debemos despilfarrar menos (sobre todo comida) y que demos salir de este sistema absurdo en el que expoliamos, producimos y contaminamos para acabar tirando la mayor parte.

Partimos del hecho de que se tira 1/3 de lo que llega a los canales de distribución y venta. Está claro que hay muchos puntos intermedios en la cadena hasta llegar al consumidor donde se va produciendo este desperdicio. Sin embargo, aunque en los hogares se desperdicie comida, no cabe duda de que, en gran medida, los culpables de esta situación son los supermercados no sólo porque desperdicien grandes cantidades de comida, sino tb por otra serie de motivos:

– Los países desarrollados abastecen, por norma, un 130% sus necesidades alimentarias para poder hacer frente, en caso de que ocurriera, a una situación de emergencia o a una huelga de transportes. Sin embargo, los estudios sobre la dieta indican que en estos países se consume mucho menos que la cantidad de alimentos disponible creando un excedente innnecesario que acaba en la basura. Vivimos en la sociedad de la opulencia y este sobreabastecimiento es, en parte, debido a las políticas de empresa de las cadenas de distribución de alimentos que quieren dar una imagen de abundancia para no perder clientes por falta de género. Por lo tanto, no sería necesario ese sobreabastecimiento, ya que acabamos desechando el 30%.
– Acaban decidiendo qué va a consumir el ciudadano, haciendo de la aparente variedad una falacia, ya que detrás de lo que parece una gran variedad de marcas se esconden 2 ó 3 grupos que monopolizan el sector, imponiendo normas y precios a los agricultores y poniendo en peligro la biodiversidad, todo en aras del máximo benefi cio de esas corporaciones.
– Imponen normas estéticas y de “calidad” a los productores obligándoles a producir muy por encima de lo que van a vender para cumplir con sus requisitos, además de que les imponen precios que no retribuyen justamente su trabajo. Con sus descartes estéticos, maleducan al consumidor, además de que le privan de conseguir una soberanía alimentaria ya que para conseguir esos alimentos “perfectos” es necesario usar pesticidas y desechar parte de la cosecha. También les privan de la soberanía alimentaria al importar frutas y verduras de países del sur, ya que privan de alimento a sus habitantes, que no pueden pagarlo al mismo precio, les obligan a practicar el monocultivo, poniendo en peligro su biodiversidad y economía, contaminan el ambiente al tener que transportarlas y evitan el desarrollo del mercado local, que no puede equiparar sus precios a los de estos países.
– Además de tener esta fi losofía de empresa, los supermercados todavía desperdician alimentos por 3 vías diferentes: alimentos con envases rotos o defectuosos; alimentos a punto de caducar, pero que aún no lo han hecho, y son retirados para dejar sitio a nuevos pedidos con fecha de caducidad posterior; y productos frescos que no han sido vendidos en el tiempo estimado pero que aún son aptos para el consumo.

Para poner remedio en parte a esta situación, mi propuesta consiste en crear una línea de packaging y etiquetado para todos estos productos con la intención de crear un apartado “outlet” dentro de los supermercados, para vender a menor precio lo que de otra manera acabaría en el vertedero, desperdiciando recursos, tanto alimentarios como naturales, y contaminando el medioambiente. Se crearían diferentes formatos estandarizados de packaging para reenvasar productos de envase roto o defectuoso y pegatinas para marcar aquellos productos con fecha de caducidad próxima o productos frescos que deben ser vendidos en el día.

No habría ninguna empresa, ni ánimo de lucro, detrás de la marca “másconmenos”; sería una “licencia libre” que se instauraría en todos aquellos supermercados concienciados e interesados, dándoles una RSC y un valor añadido de cara a los consumidores conscientes y preocupados por cuestiones sociales y medioambientales. Permitiría a los ciudadanos, con sus acciones, en este caso con sus decisiones de compra, participar en el cambio de modelo, conseguido de la suma de las acciones de los ciudadanos.

De esta forma el ciudadano consigue cambiar el sistema saliéndose, en cierto modo, del mismo. Para cambiar este sistema hay que salirse de él, porque los que tienen el poder para hacerlo, no están interesados ya que son los únicos benefi ciados, sin importarles los costes sociales y medioambientales que implica. Sin embargo salirse del sistema no quiere decir ir en contra de él, sino que puede burlarse. Resultaría irreal y hasta inocente pensar que podemos acabar con las grandes corporaciones de la industria alimentaria o los supermercados, pero si podemos adoptar su estrategia y “venderles” como negocio algo que va a redundar en benefi cio de todos y que es nuestro objetivo: conseguir que dejen de tirar alimentos en buen estado aún aptos para el consumo.

Los beneficios conseguidos por esta iniciativa se reflejarían en varios niveles: en el planeta, porque generaríamos menos residuos, consumiríamos menos recursos, reduciríamos el transporte y las emisiones de CO2…es decir, obtendríamos MÁS CON MENOS; en el tercer mundo, porque al aprovechar mejor los países desarrollados los recursos, reduciríamos la presión sobre los recursos naturales de los países subdesarrollados favoreciendo su acceso a ellos y por lo tanto un mayor acceso a la comida; en la sociedad, porque conseguimos que el ciudadano participe del cambio de modelo; se podría adquirir algunos productos más baratos y se podrían crear puestos de empleo (creación de la zona outlet, reenvasado, etiquetado, etc); en los supermercados y grandes superfi cies, porque aunque en la actualidad ya tengan calculado en el precio de los productos que sí venden, el 30% que se tira, podrían además sacar un benefi cio extra de algo que antes no podían vender. Además aquellos que se adherieran a la iniciativa adquirirían una RSC, y un valor añadido de cara a los consumidores; además de ventajas fiscales.

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EL PACKAGING Y LAS PEGATINAS:

Para el reenvasado de productos se crean una serie de formatos estandarizados de packaging teniendo en cuenta cuáles son los productos cuyo envase con mayor frecuencia se suele romper (cajas de cereales, de galletes, paquetes de pasta, harina, azúcar, arroz, etc). Este packaging, además, está realizado con un cartoncillo obtenido del bagazo de la caña de azúcar, en cuyo proceso se utiliza menos agua y energía que en la elaboración del papel tradicional. En su proceso de elaboración no se utilizan además sustancias químicas ni blanqueantes, resultando un producto 100% biodegradable. Además conseguimos convertir un residuo (el bagazo de la caña de azúcar) en un recurso que nos evita además la tala de árboles para fabricar papel.
Los envases no llevan ningún tipo de impresión; únicamente se estampará la logomarca mediante un sello de caucho y se pegará una etiqueta con la información nutricional, tipo genérico de producto (cereales, pasta, arroz) y la fecha de caducidad. Esta etqiqueta se generará de forma automática al pasar el producto original, con el envase roto o defectuoso, a través de un lector de código de barras. De este modo se accederá a una base de datos y se generará automáticamente el etiquetado nutricional en un papel térmico autoadhesivo (sistema similar a la generación de los tickets de caja en el supermercado).
La uniformización, estandarización y aparencia aséptica, fría y racional del packaging, debida al material biodegradable del que está realizado y a la ausencia de ningún tipo de grafi smo o impresión, es una estrategia para gastar menos recursos (energía y tintas que se utilizarían en el proceso de imprenta) y garantizar que el producto resultante es 100% biodegradable (la presencia de tintas lo difi cultarían, ya que contienen metales pesados altamente contaminantes). Asimismo, esta apariencia aséptica pretende transgredir las estrategias de marketing que utilizan las marcas en la apariencia de sus productos y “educar” al consumidor haciendo hincapié en que lo que está comprando es alimento y no ningún otro valor asociado a la marca. Se busca, por tanto, la funcionalidad (la forma sigue la función), eliminando todo lo superfl uo que pueda redundar en costes extra o en daños para el medio ambiente, y la estandarización.
Las pegatinas que se utilizarán para marcar los productos con fecha de caducidad próxima y los productos frescos que deben ser vendidos en ese día. Las pegatinas se ofrecen en 3 tamaños y dos colores (blanco o negro) para que, dependiendo del tamaño del producto y de su color, ésta sea más visible.
Asimismo en la zona outlet de Másconmenos tendrán cabida frutas y verduras que habrían sido descartadas por su aspecto, ofreciéndolas, como todos los productos de la iniciativa, a menor precio.

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REGALO PROMOCIONAL:

Másconmenos usa lo lúdico para fomentar una actitud. Buscando concienciar al público en la toma de una actitud responsable con el medio ambiente y de “educar” en temas relacionados con actitudes cotidianas que podemos cambiar, el regalo promocional consiste en un juego para calcular la Huella ecológica y de esta forma saber en qué recursos somos menos sostenibles y qué podemos modifi car en nuestros hábitos diarios.
Además, con la compra de productos “másconmenos” se ofrece la posibilidad de comprar, por 50 céntimos, la bolsa reutilizable “másconmenos” (el dinero recaudado se empleará para mantener la iniciativa). La bolsa está hecha de tela de saco (arpillera), un tejido totalmente natural, sin ningún tratamiento industrial ni químico. Se estampará con la logomarca por medio de un sello, con tintas sin metales pesados.

CAMPAÑA DE PUBLICIDAD:

La campaña de publicidad tendría 2 fases. Al estar el proyecto en la línea entre estar dentro del sistema pero ir contra él, se utilizan 2 estrategias diferentes: la primera fase consiste en una intervención urbana, más de guerrilla, en la que se pegarán distintos carteles que irán cambiando en contenedores de basura que se pintarán de negro (pintura al agua que iría desapareciendo con la lluvia), para que llamen más la atención. Los mensajes estarán escritos como si hablara el contenedor e informarán- concienciarán sobre las diferentes repercusiones que tiene el hecho de desperdiciar alimentos. El hecho de usar soportes alternativos es también una declaración de mostrarse contrario al sistema.
Una vez que ya se conoce la iniciativa (1ª fase) la 2ª fase consiste en una campaña más formal, más institucionalizada, en la que se contará con el apoyo del ayuntamiento. Se concretará en marquesina (comunicación exterior) y anuncio para revista dominical (prensa). En esta parte de la campaña más formal, la carga recae más en las imágenes que en las palabras, mostrándonos situaciones exageradas de derroche (mediante el uso de hipérboles), equiparando nuestras acciones cotidianas y el sistema en el que vivimos con el absurdo. Esta parte de la campaña pretende hacer refl exionar sobre la inefi ciencia del sistema capitalista, no sólo en el tema de los alimentos, sino también en los demás aspectos, basado en comprar y tirar (el 99% de lo que producimos va a parar a la basura en 6 meses) y en la asombrosa efi ciencia que si tenemos para destruir el planeta y aumentar la brecha entre países ricos y pobres. Asimismo, el uso del término “efi ciencia” despersonaliza al individuo que aparece en la fotografía y a la sociedad en general, criticando con ello también que el sistema nos ha convertido en máquinas de trabajar, comprar y tirar. Hoy en día las personas, a menudo denominadas trabajadores o desempleados, se miden por su efi ciencia, los países por su PIB, pero nadie se molesta en medir el bienestar.

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