No sabemos qué tiene pero… PROCRASTINAR MOLA

A todos nos ha pasado y no sabemos cómo justificarlo pero está claro que somos adictos a la última hora. No importa que se nos haya encargado algo con tiempo suficiente como para llegar a repetirlo tres veces, la noche antes de la entrega nunca duerme nadie.

No deberíamos culpabilizarnos simplemente admitir que es cierto, nos gusta la presión, tenemos una extraña clase de adicción a ella, una atracción fatal que nos hace odiarla pero a pesar de ello siempre acabamos forzando las situaciones hasta llegar a ella. Tal vez no sepamos trabajar de otro modo, el reloj en nuestra contra nos exprime las ideas nos hace ser productivos e ingeniosos aunque también es cierto que nos altera los nervios y nos lleva a movernos en contra de nuestro criterio, es una sensación que odiamos pero que nos empeñamos en recibir con los brazos abiertos.

No digamos nada ya si eres creativo, porque si es así, te crees que tus excusas son válidas, prefieres caer en la pedantería  hablando de la necesidad de respetar los tiempos en el desarrollo del concepto antes que reconocer que en realidad llevas semanas dedicando más horas de las que se puede decir en alto a jugar al bubble shooter.

Después también está la tontería de querer creer que un artículo sobre cómo evitar la procrastinación nos va a ayudar, no nos engañemos, consejos como: “gestiona de manera efectiva tu tiempo” o “trabaja en ambientes productivos” son consejos totalmente inútiles. Sabemos perfectamente cómo se gestiona el tiempo o cuáles son los lugares más adecuados para trabajar, si nos quedamos en el sofá con el portátil sobre las piernas no es porque seamos ingenuos, nos gusta evitar la concentración.

“Evita las distracciones”, pero ¿cómo se evitan las distracciones cuando las provocas tú? No es que nos encante hacer la colada o que tengamos un sexto sentido para prever un parte meteorológico exacto y que acabemos decidiendo que es el mejor momento para poner una lavadora, en realidad nos encantan las excusas que nos hagan levantarnos de la silla, que llamen al timbre/teléfono o que de repente aparezcan multitud de mails en nuestra bandeja de entrada son bendiciones caídas del cielo cuándo de centrarse se trata.

Somos buenos procrastinando hasta tal punto que antes de hacer lo que toca lo reemplazamos por tareas que llevamos todavía más tiempo aplazando, bien sea hacer una limpieza/orden de los archivos del ordenador, decidir que ropa donar de nuestro armario o llamar a algún miembro de la familia.

Existe un extraño placer, un inexplicable desprendimiento de adrenalina al ver que el tiempo corre en nuestra contra y que somos nosotros quienes lo estamos dejando pasar.  Y no podemos negarlo porque todos hemos empezado a ver alguna serie que algún amigo llevaba meses recomendando cuándo más trabajo teníamos, y no, no había nadie apuntándonos con una pistola para que lo hiciéramos.

Procrastinar nos maravilla, no es un defecto o una mala costumbre, es un juego de rebeldía, un acto que nos hace sentirnos valientes, y me da igual lo que digan los estudios psicológicos, aquellos que afirman que la procrastinación es un complejo trastorno del comportamiento, cuándo procrastinamos nos vemos poderosos porque nos sentimos capaces de hacer algo en menos tiempo del que se estima necesario. Es un vicio placentero a la par que dañino y sobre todo adictivo, de igual manera que somos conscientes de que dejar las cosas para más tarde no nos ayuda en nuestro progreso; también se sabe que fumar, comer productos industriales o llevar una vida sedentaria es contraproducente para el organismo y aun así hay un visible disfrute en todo ello.

Procrastinar cuando se supone que somos personas adultas y responsables nos aporta el subidón de adrenalina que nos daba faltar a una clase en el instituto, sí, puede que no sea la acción más inteligente, pero nos devuelve el goce de la rebeldía, de romper con las normas establecidas.

Recordemos sino el alivio existencial que nos otorga el descubrir que un superior en nuestro nuevo puesto de trabajo también deja lo que está haciendo para salir a tomar unas cañas. Procrastinar nos hace humanos, nos lleva a empatizar con cualquiera cuando descubrimos sus autoengaños para no trabajar en un momento propicio para hacerlo.  Así que deja de culparte porque la procrastinación lucha contra la automatización del ser humano para devolvernos la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Bea Zurro Vigo

Un comentario

  1. Nuestro organismo tan solo pretende nuestra supervivencia, ahora, nuestra conciencia ya es otra cosa (posible obra del diablo). Esta es quizaás la eterna guerra entre el «nuevo cortex» y la arquicorteza. El deseo! ese deseo por lo q no está bien o no debemos hacer, o probar, lo q nos hace daño o sjmplememte no esta bien hacerlo. Nos sube la adrenalina y nos hace sentir.. ¿»vivos»? Vivos sabemos que estamos, pero queremos sensaciones, ¿qué es esta vida sino? sensaciones no? …

    Me ha ayudado mucho tu articulo, ciertamente llevaba un par de años creyendo que la gente normak, que se encuentra comoda en su vida, no dejaba las cosas para otro día, no se apalancaba en el sofa viendo pasar las horas, esperando tiempos mejores, creyendo que la pereza, hasta de quedar con un amigo (si es q esos egiistas interesados con quienes quedas ahora se pueden llamar asi) era fruto de esta fase infeliz y a la espera de un nuevo cambio. Osea, creia q encontrarme yo en una fase vacía, infeliz, transitora esa larga hibernacion y por eso era que no me apetecia hacer nada nunca, nada más q esta solo en mi piso vacio, acostado, pensando… ahora no se que pensar…

    Me encanta como escribes, pero sobre todo me encanta como piensas.

Deja un comentario